Yo Soy

ACEPTA TU LUZ

Hoy escribí a un amigo para felicitarle la Pascua de Resurrección. Me respondió sorprendido que "no sabía que yo fuese creyente”. Su respuesta me hizo pensar sobre lo apegados que muchas veces estamos a nuestras creencias y cuánto nos identificamos con los juicios de nuestra mente. Yo creo en todo aquello que me da la oportunidad de reencontrarme conmigo misma y con la luz que habita en mi interior. Creo en cualquier herramienta que la Vida pone a mi disposición para empoderarme y ser capaz de desprenderme del miedo. Creo en todo lo que despierta un sentimiento elevado dentro de mi corazón.

Me fascina el lenguaje simbólico de la Astrología, la energía disponible que tenemos con cada Solsticio y Equinoccio y el mensaje de Un Curso de Milagros o de la Kabbalah. La invitación del Budismo a practicar la compasión me ha ayudado a descubrir que soy capaz de sentir amor por personas que con mi ego siempre he juzgado. Las celebraciones como la Navidad, el Día de Muertos, la Luna Wesak o la Semana Santa las veo y me gusta vivirlas como portales que tengo a mi disposición para, más allá de mis creencias, adentrarme en el mundo de lo espiritual, que no es otro que el de la conexión con mi Luz interna.

Para mí, la Semana Santa siempre ha sido una oportunidad para la introspección, el silencio y la revisión. Y estos días, en los que he estado muy desconectada de lo de fuera, me he dado cuenta de muchas cosas, pero hay una, para mí muy importante, que me gustaría compartir contigo:

Siempre que tengo oportunidad y a cualquiera que me quiera escuchar le digo, con independencia del proceso en el que se encuentre, que la aceptación es el punto de partida para cualquier cosa. Repito y repito que solo aceptando todo lo que nos ocurre, nuestras emociones, nuestros miedos, nuestras heridas, solo aceptándolo todo, podremos transformarnos. Y estos días, concretamente ayer, después de un tiempo de meditación y de oración, me di cuenta de que tengo una gran capacidad para aceptar mi miedo, mi sufrimiento, mi dolor y mi oscuridad, pero que nunca me he atrevido a aceptar mi luz, a reconocer con humildad que soy Amor. Nunca, hasta ayer, me había parado a pensar en la importancia de aceptar y de darle permiso a nuestra Luz para que nos guíe y gobierne nuestra vida.

Si solo acepto mi oscuridad, únicamente estoy reconociendo una parte de mí. Si aprendo a aceptar que soy Amor, podré permitirlo y dejar espacio para que transforme mi vida. Y para mí ese es el mensaje de esta Semana Santa: aceptar la Luz que habita en mi interior, y la capacidad que tengo para amar, para ser compasiva, para no juzgar, para cumplirme y para vivir una vida plena.

Aceptar que soy Luz me permite elegirla y así renacer a ella.

¿Aceptas que eres Amor?

Feliz presente y feliz Pascua.

Almudena Migueláñez.

Photo by Zachary Young

Photo by Zachary Young

HOY TE PIDO

Que te llame Fuente, Universo, Dios o Vida a ti, te da lo mismo. Ya sé que eres mucho más que un nombre, de por sí insuficiente y limitado, y que una palabra no es capaz de definirte. Existes aunque mi mente, a veces, dude y no lo crea. No vas ni vienes, estás siempre. Creerte es la única condición para que yo pueda sentirte y verte. Siempre estás a mi favor, nunca en mi contra, no puedes. Eres la más grande expresión de Amor. Jamás me juzgas, por eso, tampoco tienes que perdonarme por nada. No tienes cara, no eres un señor con barba. Eres impersonal, no tienes favoritos, tampoco me envías pruebas, ni pandemias, ni sufrimientos ni desafíos. Me has dado la autoridad para que yo elija mis experiencias y mis creencias. No estás separado de mí, no estás fuera, no estás allá arriba esperando a que yo vuelva. Tú, Universo estás en todo lo que ha sido creado, te expandes a través de mí y de mis experiencias. Tú y Yo somos Uno, nos diferenciamos solo por nuestro nivel de consciencia.

Te reflejo y manifiesto cuando amo, confío, suelto, entrego, cuando permito y me responsabilizo de lo que creo y de lo que sueño. Cuando miro con compasión y no me juzgo. Cuando no me fijo en lo que veo, sino en lo que siento. Cuando dejo de identificarme con el miedo. Cuando estoy en silencio. Cuando, con humildad, acepto que soy un reflejo tuyo y que lo tengo todo dentro. Cuando me habito, me cumplo y me acepto. Cuando no te tengo miedo, cuando reconozco que tengo derecho a los milagros porque yo soy uno de ellos. Cuando te los pido sabiendo que mi deseo ya está cumplido. Cuando dejo que la inocencia sea el pilar que me sostiene. Cuando, a través del silencio, te escucho.

Y a ti, Papá Universo, hoy te pido capacidad para confiar y para entregarme. Valentía para no creerme mis pensamientos de miedo. Sosiego y paz interna. Hoy te pido poder ver con tus ojos todas las experiencias por las que transito. Quiero que mi percepción de las cosas sea distinta. Hoy deposito en tus manos todos mis deseos. Quiero dejar de defenderme y de juzgarme. Quiero quererme como Tú me quieres. Hoy te pido ayuda para ser capaz de crear espacio en mi corazón y estar dispuesta a recibir todo lo bueno de la vida. Que pueda saber que merezco por ser quien soy, sin sacrificios ni esfuerzos. Hoy te pido que te encargues de todo aquello que mi ego considera un problema. Te pido que me sostengas, que yo pueda descansar y experimentar el Cielo en la tierra. Hoy te pido guía, que des luz a mi corazón y serenidad a mi mente. Que todos podamos desaprender el miedo y regresar a casa, a la plenitud y a la dicha. Hoy te pido ayuda para recordar que me amas y que no tengo que buscar nada. Quiero tener presente que soy tu reflejo y que solo por eso, lo tengo todo dentro.

Hoy te pido milagros para mí y para todos. Hoy abro mi corazón para que Tú intervengas.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by David Monje

Photo by David Monje

EL CAMINO DEL ESPÍRITU

Estamos en búsqueda. Todos, en mayor o en menor medida, deseamos rescatar esa memoria de paz, plenitud y armonía que sabemos escondida en alguna parte de nuestro ser. Queremos recuperar nuestra Esencia. Hemos llegado a esta experiencia siendo seres completos que, con el paso de los años y con las constantes injerencias del miedo, dejamos de creer en nosotros y en nuestra verdadera naturaleza. Hemos perdido consciencia y nos hemos alejado de nuestro Espíritu, de lo que realmente somos.

El problema está en la manera en la que intentamos rescatarnos. Mi propósito de vida, como el de todos los seres humanos, es el de regresar al amor, es el de volver a ser lo que siempre fui, pero para lograrlo, no puedo centrarme en intentar cambiarme, en querer que mis defectos desaparezcan o en modificar todo aquello que considero un error en mí. No. Ni en ti ni en mí hay error.

En ese deseo de recuperar la plenitud y de poder vivir esta experiencia en toda su expresión y potencialidad, no podemos olvidar que regresar al amor solo puede hacerse a través del amor. Volver al Yo Soy y a la consciencia plena de que somos Espíritu, no se logra creyendo que somos defectuosos o que nos faltan partes. No se consigue huyendo de nuestra sombra o rechazando lo que sentimos. No se alcanza cuando creemos en la culpa, en el ego, y en el miedo.

El camino del Espíritu es el camino del amor y de la aceptación hacia nosotros mismos. Para regresar a casa, no tenemos que cambiar lo que somos, tenemos que abrazar, cuidar y amar todo lo que somos. Para recuperar la plenitud, necesitamos sentirnos inocentes, merecedores y dignos. Recordamos que somos Amor, y por tanto Espíritu, cuando vivimos desde la compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás, cuando podemos ver luz en la oscuridad, cuando el agradecimiento aniquila la queja, cuando la fe y la confianza nos gobiernan, cuando dejamos de tenerle miedo al miedo, cuando vemos el regalo que supone estar aquí, en esta experiencia.

El camino del Espíritu no puede andarse cuando pretendemos cambiarnos, cuando nos tenemos miedo o cuando trabajamos sin cesar por modificarnos. Vivir siendo Espíritu es vivir siendo Amor, y el Amor no excluye ni separa, no quiere que cambies nada, tan solo quiere que te permitas ser todo lo que eres. El camino del Espíritu es el camino de la confianza sencilla y plena en lo Divino.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Nick Dunlap

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